Aprender a reconocer nuestras emociones es el primer paso para poder gestionarlas

Cuando tenía 13 anos mi padre murió y a partir de ahí entendí lo doloroso que puede ser vivir una pérdida sin el apoyo adecuado y la escucha cierta. A los 18 anos mi abuela enfermó y necesitó fisioterapia y gracias a esa fisioterapeuta que trató a mi abuela, reconocí que era la profesión que yo quería tener.

Esa Fisioterapeuta (sin ella saberlo) me mostró lo importante que es la aceptación de nuestro cuerpo, independientemente de las situaciones en las que él se encuentre, que él es el estuche de todas nuestras vivencias y que a través de él,  todo lo que nos consideramos como “ser” no sería posible ni real.

Fundé una clínica en la Ciudad de México donde acompañé a cientos de pacientes en sus procesos de enfermedad, siempre desde una mirada empática por el sufrimiento de ellos y sus personas próximas, trabajando compasivamente por darles calidad de vida de manera integral y ayudándoles a aceptar esta nueva etapa de la vida.

Ahora vivo en Portugal, estudié cuidados paliativos y me dí cuenta que el dolor emocional y corporal no conoce fronteras, idiomas y culturas. Entonces fundé Mentes y Movimientos, donde buscó acompañar a las personas en sus procesos, en sus caminos, en sus historias.

Escuchándolos sin juicio, sin ideas preconcebidas, simplemente entendiendo que cada uno tiene una historia que se representa en cada una de las fases de la vida, incluyendo la muerte.

Como decía Antonio Machado “Caminante, no hay camino, se hace camino al andar” así cada uno de nuestros caminos está lleno de experiencias que deben ser honradas y entendidas para hacer de ese camino, la casa que siempre quisimos habitar.

“Somos estrellas cubiertas de piel, la luz que tú buscas ya está dentro de ti”
RUMI