Todos los que nos dedicamos a los paliativos hemos hablado de su importancia. Que son buenos, que dan calidad de vida, que ayudan a prevenir y tratar el sufrimiento, que deben ser un derecho humano, que todas las personas deberíamos de tenerlos y así una larga lista de “razones” por las cuales éstos son importantes y necesarios.
La larga lista no se queda solamente en razones, también incluye una lista amplia de profesionales del área que dictan cómo, cuándo y por qué se deben de administrar estos cuidados y a quiénes van dirigidos.
Me gustaría compartir la siguiente reflexión. Hoy, nuestra sociedad vive en constantes discrepancias evidentes donde parece que las personas nos dividimos en bandos. Cada creencia, ideología e interés, son puntos de partida para definir y dividir a las personas. Con ello, no solo ya no somos iguales, sino que además se nos trata y califica de manera diferente contribuyendo a mantener y perpetuar esas diferencias que sí afectan a la hora de cuidar (cuando no estamos enfermos).
¿A qué me refiero? Hablamos de justicia e igualdad, pero al mismo tiempo le dejamos las peores jornadas a los “nuevos” del equipo para que “aprendan”; hablamos de empatía, pero al mismo tiempo juzgamos a los colegas de equipo por no saber administrar algún medicamento; hablamos del cuidado adecuado, pero al mismo tiempo en clases se discrimina y humilla a los alumnos por no saber cómo se tienen que realizar los cuidados; hablamos de escuchar activamente, pero al mismo tiempo le gritamos a un funcionario o colega del hospital por tardarse o por no saber realizar su trabajo, sin importanos si ha tenido un mal día.
¿Qué quiero decir con esto? Permítanme explicarme mejor: los cuidados no deberían ser exclusivos del paciente enfermo y sus familiares. Los cuidados deberían experimentarse a lo largo de nuestra vida (para uno mismo y para los que nos rodean), donde entendamos que cada uno tiene una historia de vida y unas características que nos hacen únicos pero que además, por el simple hecho de ser personas, merecemos respeto y dignidad.
Cuando hablemos de cuidar y cuando enseñemos a nuestros colegas el arte de cuidar, me parece buena idea hacerlo desde la humildad y la coherencia, donde no hay mejor enseñanza que dar ejemplo de virtud en cada momento de nuestra vida. Donde la finitud sea pensada como la oportunidad para reivindicar nuestras acciones sabiendo que podemos equivocarnos pero que también podemos ser mejores.
Cuidémonos desde el ejemplo, cuidemos de nuestros colegas, de nuestros alumnos y de nuestros profesores. Cuidemos de nuestra sociedad. Seamos humanos cuidando a otros humanos. Cuidemos sin egos, sin diferencias, y de manera integral.
Cuidados paliativos es cuidar y acompañar al otro. Enseñar cuidados paliativos es una forma de vida, donde no basta con publicar artículos, escribir libros o dar clases en las universidades si no se actúa en el día a día con prudencia, humildad, empatía y compasión.
Como decía Marco Aurelio, “No gastes más tiempo argumentado acerca de lo que debe ser un buen hombre, sé uno.”
Mariló